me hicieron relegar el asunto. Hace un par de días me di de bruces con ellas y se me ocurrió que debería retomar la tarea en cuanto que ahora sí procedía; establecí contacto con Elena y sus hijas (propietarias de unas imágenes tomadas por su marido y padre, respectivamente), que aprobaron su publicación, y me puse con la redacción. El texto se ha escrito con cierta precipitación y, seguramente, tendré que modificar alguna cosa, lo que no supondrá ningún problema al tratarse de una publicación on line].
Agudo no
cuenta con un mito tan bonito al respecto ni con una celebración tan peculiar
que lo rememore, pero no resulta muy descabellado considerar que la misma
epidemia, que afectó a Chillón, no dejaría de lado a nuestro pueblo. Por
entonces nosotros debíamos estar conformes con el amparo que nos dispensaba San
Sebastián (santo protector con siglos de experiencia y titular de una ermita
anterior a 1540, que aún se mantenía en 1640), pues no conocemos ninguna
mención al santo de Montpellier en esa fecha. La peste fue un mal recurrente en
Castilla durante la Edad Moderna, con dos episodios especialmente graves en
1597-1599 y 1647-1654, y, en esas circunstancias, pudo suceder que nuestros
antepasados, considerando insuficiente el socorro de San Sebastián, no tuvieran
reparo en apelar también al patrón de Chillón; sea como fuere, a mediados del
siglo XVIII, el Catastro de Ensenada ya recoge una calle dedicada a San Roque,
la misma que se conserva en la actualidad.
La última obra de envergadura en la iglesia de San Benito tuvo lugar entre 1794 y 1801, y, con el fin de hacer frente a los gastos, la Encomienda Mayor no tuvo reparos en exprimir a las cofradías y otras asociaciones religiosas, que tenían su sede en la parroquia; para ello se lleva a cabo un inventario de los caudales y propiedades de cada una de las corporaciones. Con fecha de 1794, el libro de fábrica menciona que a San Roque le habían sobrado del culto 2.400 reales, y, además, tenía una posada con cuarenta y dos colmenas, valorada en unos 1.000 reales, y más de cincuenta cabras; parece evidente que el santo había sabido captar la querencia de los vecinos, pues su capital está muy por encima del de otras imágenes con más años de culto como la Virgen de la Caridad (tuvo capeas en tiempos anteriores) o el Nazareno y San Antonio, de los que desconozco la fecha de su establecimiento en la villa.
En 1879 San
Roque estaba colocado en el altar del Nazareno; tenía andas y cera propias, una
lámpara de aceite, de latón, y un estandarte; la imagen fue restaurada en 1900. Después
de la Guerra Civil, se adquirió o donó una imagen nueva del santo, lo que evidenció
la continuidad del culto. Sabemos que, desde mediados del siglo XX, el 16 de
agosto se han hecho misa y procesión en su honor, y verbena por la noche,
aunque no nos consta si esos actos ya se celebraban antes de la guerra. Hasta
donde conocemos, las dos últimas décadas del siglo pasado fueron la época
dorada de las prácticas lúdicas asociadas a la conmemoración; una junta rectora
con muchas ganas de trabajar y con el apoyo del Ayuntamiento hicieron posible la
construcción de una ermita en el Parque, que antaño no era de San Roque, y
establecieron una nueva costumbre, Las migas de San Roque, hoy
desgraciadamente olvidada. A comienzos del milenio actual la fiesta había perdido
fuelle y se fueron eliminando los actos profanos, aunque a alguien se le
ocurrió introducir una nueva actividad denominada El baile de la vaca,
que, a mi modo de ver, ha sido todo un acierto. Tras una serie de vaivenes más
o menos afortunados y conocidos por todos, hoy San Roque ha recuperado el ramo,
que le proporciona recursos para persistir, mantiene el baile de la vaca y parece gozar de buena salud.
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