San Roque, 16 de agosto

 

 A Francisco López, in memoriam.
[Tuve acceso a las fotografías en otoño del año pasado y se me ocurrió que podían ser ideales para una entrada sobre la fiesta de San Roque, aunque otras ocupaciones y la inoportunidad del momento
me hicieron relegar el asunto. Hace un par de días me di de bruces con ellas y se me ocurrió que debería retomar la tarea en cuanto que ahora sí procedía; establecí contacto con Elena y sus hijas (propietarias de unas imágenes tomadas por su marido y padre, respectivamente), que aprobaron su publicación, y me puse con la redacción. El texto se ha escrito con cierta precipitación y, seguramente, tendré que modificar alguna cosa, lo que no supondrá ningún problema al tratarse de una publicación on line].


Nacido en Montpellier (Francia), fue considerado abogado de la peste y otras epidemias, comenzando su devoción poco después de su muerte, que tuvo lugar en 1378. Existen discrepancias sobre su canonización, atribuida por algunos a Gregorio XIII en 1584 y por otros a Urbano VIII en 1629. A nosotros nos viene mejor la primera fecha a fin de poder acoplarla con la leyenda de Chillón; según consta en un cartel del museo de la localidad vecina, durante los años 1582 y 1583 la villa sufrió un brote de peste, que fue atajado por San Roque, cuando los vecinos recurrieron al él; en agradecimiento, declararon al santo su patrón, lo que continúa vigente en la actualidad y ha propiciado una fiesta muy interesante, La Vaquilla.


          Agudo no cuenta con un mito tan bonito al respecto ni con una celebración tan peculiar que lo rememore, pero no resulta muy descabellado considerar que la misma epidemia, que afectó a Chillón, no dejaría de lado a nuestro pueblo. Por entonces nosotros debíamos estar conformes con el amparo que nos dispensaba San Sebastián (santo protector con siglos de experiencia y titular de una ermita anterior a 1540, que aún se mantenía en 1640), pues no conocemos ninguna mención al santo de Montpellier en esa fecha. La peste fue un mal recurrente en Castilla durante la Edad Moderna, con dos episodios especialmente graves en 1597-1599 y 1647-1654, y, en esas circunstancias, pudo suceder que nuestros antepasados, considerando insuficiente el socorro de San Sebastián, no tuvieran reparo en apelar también al patrón de Chillón; sea como fuere, a mediados del siglo XVIII, el Catastro de Ensenada ya recoge una calle dedicada a San Roque, la misma que se conserva en la actualidad. 

         

         La última obra de envergadura en la iglesia de San Benito tuvo lugar entre 1794 y 1801, y, con el fin de hacer frente a los gastos, la Encomienda Mayor no tuvo reparos en exprimir a las cofradías y otras asociaciones religiosas, que tenían su sede en la parroquia; para ello se lleva a cabo un inventario de los caudales y propiedades de cada una de las corporaciones. Con fecha de 1794, el libro de fábrica menciona que a San Roque le habían sobrado del culto 2.400 reales, y, además, tenía una posada con cuarenta y dos colmenas, valorada en unos 1.000 reales, y más de cincuenta cabras; parece evidente que el santo había sabido captar la querencia de los vecinos, pues su capital está muy por encima del de otras imágenes con más años de culto como la Virgen de la Caridad (tuvo capeas en tiempos anteriores) o el Nazareno y San Antonio, de los que desconozco la fecha de su establecimiento en la villa.

          En 1879 San Roque estaba colocado en el altar del Nazareno; tenía andas y cera propias, una lámpara de aceite, de latón, y un estandarte; la imagen fue restaurada en 1900. Después de la Guerra Civil, se adquirió o donó una imagen nueva del santo, lo que evidenció la continuidad del culto. Sabemos que, desde mediados del siglo XX, el 16 de agosto se han hecho misa y procesión en su honor, y verbena por la noche, aunque no nos consta si esos actos ya se celebraban antes de la guerra. Hasta donde conocemos, las dos últimas décadas del siglo pasado fueron la época dorada de las prácticas lúdicas asociadas a la conmemoración; una junta rectora con muchas ganas de trabajar y con el apoyo del Ayuntamiento hicieron posible la construcción de una ermita en el Parque, que antaño no era de San Roque, y establecieron una nueva costumbre, Las migas de San Roque, hoy desgraciadamente olvidada. A comienzos del milenio actual la fiesta había perdido fuelle y se fueron eliminando los actos profanos, aunque a alguien se le ocurrió introducir una nueva actividad denominada El baile de la vaca, que, a mi modo de ver, ha sido todo un acierto. Tras una serie de vaivenes más o menos afortunados y conocidos por todos, hoy San Roque ha recuperado el ramo, que le proporciona recursos para persistir, mantiene el baile de la vaca y  parece gozar de buena salud.


 

 




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