San Isidro. Los comienzos de una romería


Labrador y de humilde linaje
nació en la villa [y] corte de Madrid
San Isidro, santo esclarecido,
de celestes gracias, bello serafín.
Cristianos allí
le festejan y aclaman gustoso[s],
el quince de mayo, patrón de Madrid.


Como intercesor en la fructificación de los sembrados y el incremento de las lluvias, San Isidro formaba parte de los santos locales con imagen en la iglesia parroquial al menos desde 1879. Para unas gentes que vivían de la fertilidad de la tierra, el santo madrileño constituía la última esperanza de remediar una mala primavera tras haber paseado por el pueblo a la Virgen de la Estrella con su manto específico de rogativas, haber rezado las Letanías Mayores en abril, haber circunvalado el pueblo rogándole a San Marcos, haber preparado los altares a María a comienzos de mayo,  haber rogado a la Cruz y haber realizado las rogativas de mayo. 


A San Isidro le honran en el cancionero de los auroros con una copla y alguna más he oído cantar en la procesión de San Marcos (a la hora de pedir agua la gente no se atasca y tira de todo aquél que pueda echar una mano, toque o no), pero no fue hasta después de la Guerra Civil cuando comenzó su auge con el estímulo del gobierno de la época y la divulgación de su patronazgo sobre los agricultores y ganaderos. Hasta entonces y aún después Agudo había contado con un buen repertorio de santos a los que invocar cuando la ocasión lo requería, porque no todos tenían la misma mano con la sequía, la langosta o el pedrisco, entre otras calamidades posibles; muestra de ello el conocido dicho: “Por el santo que sea, ora pro nobis”.


Tras la construcción de la ermita, se fomentó la instauración de una romería con procesión desde el pueblo. Hasta entonces, el santo era paseado por la calle Virgen y tenía la estación a la altura de la casa número 26; la celebración se limitaba a los actos cultuales, pues el capítulo lúdico era una práctica secular de la Cruz. El sindicato oficial alentó el engalanamiento de los carros y el uso de vestimentas, que antes habían formado parte de las estudiantinas de Carnaval, quizá para compensar al pueblo por la prohibición de las ceremonias carnavalescas. En 1957 se construyó el edificio sindical (el solar lo ocupa hoy el ayuntamiento) y, desde entonces, fue el lugar de pernoctación de San Isidro, que llegaba al pueblo la tarde anterior a hombros de los agricultores. A partir de los años setenta el ayuntamiento otorgó premios y gratificaciones a los que participaban en la romería ataviados con alguna vestimenta no convencional, incluidos los trajes típicos de cualquier sitio; bien pronto fueron ganando posiciones los de lunares y volantes, mientras los refajos y sayas de toda la vida se apolillaban en los baúles de las abuelas. En los años ochenta, cuando el gobierno central obligó a decidirse por dos fiestas locales (Agudo tenía un repertorio bien completo donde elegir), el ayuntamiento se decantó por San Isidro en detrimento de otras (Virgen de Guadalupe, Santiago, San Roque…), consolidando con ello una festividad alimentada por la dictadura  y confirmando el dicho “Allá van leyes do quieren reyes”. Sea por el empujoncito oficial, por el buen tiempo o porque las cosas le han ido bien, hoy San Isidro goza del favor popular y es una fiesta con mucha participación.

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