Los Terremotos de San Miguel (1717) en el cancionero de los auroros de Agudo


          A finales de agosto de 1717 entró en erupción el volcán de Fuego, situado en las inmediaciones de la ciudad de Antigua de Guatemala, capital de la Capitanía General de Guatemala, integrada en el virreinato de Nueva España. En las siguientes semanas se produjeron una serie de actividades sísmicas, que culminaron en los denominados terremotos de San Miguel (29 de septiembre); con una magnitud de 7,4 grados en la escala Richter, los temblores comenzaron después de la oración (en torno a las 19:00 horas) y se prolongaron hasta la mañana siguiente, sucediendo las réplicas más importantes en la primera hora. Los daños producidos fueron considerables, tanto en la capital como en otras poblaciones próximas, afectando a más de 3.000 edificaciones.

          El desastre ocurrido en la región centroamericana está recogido en una copla de las ocho dedicadas a San Miguel Arcángel del cancionero de los Auroros de Agudo, compilado por Benito Ortiz en 1914. El hallazgo en Agudo de una cancioncilla que narra unos hechos tan lejanos en el espacio y en el tiempo apunta a la universalidad y a la pervivencia del repertorio auroro dentro del ámbito hispano.

En todo caso y al margen de que el copista entendiera el significado del texto, resulta asombroso que un vecino de Agudo transcribiera unos hechos que habían sucedido casi dos siglos antes en la otra orilla del océano. Con más de mil piezas, colección de coplas asociadas a los auroros, que se conserva en Agudo, reúne una temática muy diversa con ejemplos tan extraordinarios como la que presentamos, otra dedicada al terremoto de Lisboa o un Stabat Mater, que recuerda en buena medida al que compusiera Jacopone da Todi allá por el siglo XIII.

En el año de principio fuerte,

bienaventurado señor san Miguel,

entre cinco y seis de la mañana

temblaron las tierras al amanecer.

Pero san Miguel

alcanzó con sus ruegos divinos

que no pereciese el pueblo fiel.