Domingo de los Impedidos o de Cuasimodo


Domingo de Cuasimodo
Hoy es día, que los impedidos
tienen privilegio de ver al Señor,
penetrando en sus tristes moradas
como visitaba la del centurión.
Decid con fervor
las palabras de Juan, que decía:
quitolis pecata cordero de Dios.

El segundo domingo de Pascua es más conocido como Domingo de Cuasimodo o de los Impedidos, aunque desde el año 2000 también se denomina de la Divina Misericordia. Quasi modo geniti infantes son las primeras palabras de la antífona del salmo correspondiente a este día, y ese es el origen del primero de los apelativos.
El Concilio de Trento instituyó la obligación para los católicos de comulgar al menos una vez al año y realizar, con ello, el cumplimiento pascual. Con el fin de facilitar la observancia de esta norma las iglesias organizan unos tiempos de confesión  amplios y de conocimiento público en los días previos al triduo pascual. Sin posibilidad de acatar la norma permanece un grupo de fieles, generalmente enfermos y ancianos, cuyas condiciones físicas les impiden asistir a los templos; interesándose por ellos se estableció el Domingo de los Impedidos, el único día en que es el sacerdote el encargado de desplazarse al lugar de residencia de todo aquél que desee recibir la comunión y no pueda concurrir a la parroquia.


En algún momento de la semana intermedia entre el domingo de Resurrección y el siguiente, el sacerdote se pondrá en contacto con las personas interesadas en el citado cumplimiento pascual. En la mañana del domingo de los Impedidos, hacia las nueve, tiene lugar una procesión, a la que están convocados todos los hermanos de la Sacramental. El sonido de las campanas proclama el comienzo del ritual, cuya marcha encabezan la cruz procesional y los ciriales, seguidos de la campanilla, que anuncia la presencia de Cristo, el estandarte de la cofradía y los hermanos, identificados por la medalla y la vela, y el conjunto de fieles dispuestos en dos columnas paralelas. 
En medio de las filas va el sacerdote portando el Santísimo bajo palio, precedido de dos miembros de la hermandad, que llevan sendos faroles de mano. Durante el recorrido, los asistentes cantan canciones de temática eucarística. Dos colaboradores se encargan de adelantarse al cortejo para preparar al enfermo y avisar de la llegada del Santísimo; unos pocos familiares se sitúan en la puerta de la calle con el fin de recibirle adecuadamente; para ello, encenderán alguna vela y se arrodillarán ante Él. Inmediatamente conducirán al sacerdote hasta la habitación donde se halle el enfermo para administrarle la comunión. A continuación, el sacerdote sale de la casa, se coloca bajo el palio y se reanuda el cortejo, que contará con la incorporación de los familiares del reconfortado,  hasta el domicilio siguiente. 
El itinerario de la procesión varía cada año en función de las personas demandantes de la práctica. En otros tiempos tenía una parada en la ermita de La Virgen, donde comulgaban las personas que, aunque de movilidad limitada, sí podían acercarse hasta este punto.  En la actualidad buena parte de las personas mayores o enfermas viven en alguna residencia, por lo que la práctica ha quedado muy mermada. A fin de evitar el ocaso de  un ritual que ya ha desaparecido en muchos lugares de España y en casi todas las poblaciones de nuestra provincia, desde hace dos años la procesión ha incluido en su recorrido una de las residencias de ancianos, la más cercana a la parroquia, con el propósito  de facilitar la asistencia a la misma a las personas mayores.
Finalizada la procesión se regresa a la parroquia, donde se reza la estación a Jesús Sacramentado, se da la bendición con el Santísimo y da comienzo la misa dominical.

           Las fotografías antiguas estuvieron en la extinta web de Agudo-joven y pertenecen a Tomás Muñoz  al que, en su momento, pedí autorización para poderlas usar.




 

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