Hacer la vaca. Una tradición muy nuestra


Una costumbre bien arraigada en el acontecer de las gentes de Agudo es la de hacer la vaca. Hasta donde alcanza la memoria, al hecho de tomarse unos tragos de vino con su correspondiente bocado antes de comer o cenar se le ha llamado de ese modo. La práctica podía realizarse en la taberna, en la propia casa o en la de algún conocido, podría tener lugar en soledad o con un número más o menos amplio de tertulianos, pero el nombre permaneció inmutable hasta que los nuevos tiempos introdujeron otras designaciones como tomar el aperitivo e ir de cañas o de vinos, aunque en ningún momento unas modas circunstanciales consiguieron arrinconar la expresión original.
      Con mucho tino y sin ningún complejo, la asociación de San Roque denominó hace ya unas décadas la vaca de San Roque a la actividad que estableció después del ramo del santo; el nuevo evento emulaba a las carpas instaladas en poblaciones mayores para tomar el aperitivo los días de las ferias y fiestas locales, pero los miembros de la junta tuvieron el acierto de asignarle un nombre local y el proyecto ya es una práctica más de Las Fiestas. En aquellos años (década de los noventa), las Amas de Casa de Almadén decidieron publicar un libro sobre gastronomía, donde incluyeron un epígrafe sobre la vaca; al contrario que Agudo, Almadén siempre ha tratado de difundir sus tradiciones y en los años siguientes se incrementaron las menciones escritas sobre la vaca almadenense, generándose a la vez una serie de teorías poco consistentes.
     Recientemente he tenido acceso a un folleto turístico dedicado a Almadén, donde se afirma que el acto de hacer la vaca es una creación autóctona que se ha extendido por la comarca, ratificando la tesis con algunas  teorías salidas de Dios sabrá dónde. Hasta donde yo conozco, las razones  esgrimidas para otorgarle a la expresión un origen almadenense carecen de argumentos y pensar que el resto de las poblaciones del entorno hemos imitado su “invento” manifiesta una actitud  algo presuntuosa por su parte.
     En primer lugar, es obligado aclarar que, mientras no tengamos más certezas sobre su origen,  podemos hacer la vaca con v o con b (personalmente me gusta más con v, quizá por la familiaridad que en Agudo tenemos con el animal del mismo nombre, quizá porque en la mayor parte de los textos consultados aparece con v), puesto que, al ser una expresión transmitida mediante lenguaje oral, no podemos confirmar cuál de los dos caracteres es el correcto.
     En segundo lugar, relacionar la vaca con el dios romano Baco resulta bastante quimérico. Baco y el resto del panteón romano iniciaron un camino sin retorno cuando el emperador Constantino decidió pasarse al cristianismo allá por el siglo IV de nuestra era, después vinieron los godos y su arrianismo en pugna con la versión local y, de remate, estas tierras pertenecieron durante más de 500 años a unas gentes que rezaban mirando a La Meca que, según nos cuentan, no debieron ser muy aficionados a nuestra costumbre. No tiene mucha lógica que, con este trasiego de gentes, religiones y el apóstol Santiago cerrando España, dieciséis siglos después pudieran quedar muchas evidencias de Baco en la memoria de nuestros mayores.
     Otra teoría almadenense relaciona la vaca con la finalización del jornal de los mineros y su celebración con amigos o compañeros en una taberna cercana, aunque no aclara el maridaje entre ambos asuntos. Recordar que los agricultores, carpinteros, zapateros, etc. de Agudo y otros lugares también hacían y hacen  la vaca en sus respectivas localidades; o sea, que no es necesario ser minero para pasarse por la taberna y echarse un vino o los que fuera menester.
     Tampoco veo muy clara la relación con la “hora del vacar” (intervalo de descanso para el almuerzo en la dura jornada de los presos de la Real Cárcel de Forzados). Hacer la vaca no se ha considerado nunca, al menos en Agudo, una comida propiamente dicha sino un tiempo dedicado al ocio y previo a la comida, que entrañaba el consumo de vino en mayor o menor cantidad (otra cosa bien distinta es que, después de algunas vacas largas, el personal no llegue a su casa con el cuerpo para más excesos y se conforme con las tapas degustadas en el bar).
     De otro modo, en varios países de América Central y del Sur denominan hacer una vaca al hecho de reunir una cantidad de dinero entre varias personas para financiar una determinada actividad, con frecuencia comida o bebida. América Latina conserva muchas prácticas y expresiones que les llegaron de España, aunque aquí ya han sido olvidadas, y en algunos lugares de Canarias también se mantiene la locución con significado similar; así pues, cabe suponer que la dicción hacer la vaca pudo tener en nuestro país un ámbito de divulgación mucho más amplio que los pueblos del entorno de Almadén. También podría haber ocurrido que su significado  hubiera sufrido modificaciones a ambos lados del océano e, incluso, en  circunscripciones más reducidas. En todo caso, la práctica de hacer la vaca en Agudo parece comprender, como en América, una aportación monetaria a un proyecto común que, en nuestro caso, se identifica siempre con un ligerísimo refrigerio muy bien “regado”.
     Una explicación sobre el pago conjunto de la consumición podría derivar de su presentación en una sola jarra, de donde bebería todo el grupo. Nos hemos acostumbrado a tomar los alimentos en recipientes individuales aunque no siempre fue así; hasta que se generalizaron las “bodas de cubierto” en la década de los ochenta, en el convite de cualquier casamiento se pasaban los diferentes manjares de una persona a otra según el orden en que estaban sentados. Cada invitado tomaba un trago de licor o refresco en una copa o vaso  ya utilizados por un buen número de invitados; en las comidas y cenas, cada uno de los platos servidos era compartido por las dos personas que se sentaban enfrentadas a ambos lados de la mesa, independientemente que se conocieran o fueran extraños. Así pues, cabe suponer que un grupo de amigos podría haber compartido la misma jarra en la taberna y, al finalizar, el pago de lo consumido. Por esos años, los bares más antiguos todavía ofrecían a la clientela unos recipientes donde un grupo de parroquianos elaboraban su propia limonada (sangría), pagando a escote el vino y la gaseosa utilizados.
     Una acepción muy curiosa nos fue transmitida por Gómez Vozmediano en el pregón de las fiestas de Chillón de 2011. Afirma el profesor que en una antigua crónica sobre Extremadura se define hacer la vaca como el hecho de reunirse algunos jóvenes en la tarde del Jueves Santo con el propósito de apedrear las casas de los vecinos judeoconversos. El texto íntegro se recoge en el blog de Salva Jiménez,   http://38gradosnorte.blogspot.com/2017/08/hacer-la-vaca.html
     Sea como fuere, lo cierto es que, en Agudo, el hábito de hacer la vaca forma parte de nuestra cultura tradicional desde tiempos pretéritos, que las hipótesis expuestas por Almadén para atribuirse el origen de semejante práctica carecen de solidez y que es evidente que se trata de un fenómeno que rebasa las ajustadas fronteras de nuestra comarca. En los años setenta y ochenta,  hacer la vaca comenzó a considerarse una rutina de gente mayor y los más jóvenes se decantaron por expresiones más modernas y generalizadas, como tomar el aperitivo o ir de cañas. Fueron, seguramente, los organizadores de San Roque quienes más contribuyeron a su renacimiento al instituir el Baile de la Vaca y, con ello, a divulgar la expresión entre unas generaciones que ya no la percibían como anticuada y pueblerina. En la actualidad la vaca  agudeña parece gozar de pleno vigor, aunque cierto apoyo oficial no le vendría mal para afianzarse sobre costumbres foráneas de contenido similar y, sobre todo, para dejar bien sentado que Agudo ha sabido mantener el legado recibido e incluso adaptarlo a los nuevos tiempos; sirva como ejemplo modo en que los de San Roque supieron convertir un generalizado baile del vermut en un original Baile de la Vaca.

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