Tras unos cuantos lustros en los que las celebraciones en torno al Santísimo habían declinado de un modo alarmante, en los últimos años ha tenido lugar una perceptible recuperación de unos pocos usos relegados, así como la incorporación de alguna novedad bien armonizada con el conjunto de prácticas. Se había suprimido el ramo, que está documentado en los libros cancelarios de La Sacramental desde hace siglos, y en 2015 se suspendió la celebración de la Octava, que con tanto entusiasmo había recuperado D. Pedro a comienzos de los años noventa.
El
restablecimiento de la Octava ha sido, sin lugar a dudas, el acontecimiento más
significativo de todos los realizados. La idea de cambiar cada año el recorrido
de la procesión ha posibilitado la participación de unos vecinos cuyas calles
nunca habían tenido ocasión de mostrarse engalanadas. Con trece altares, el año pasado fue,
seguramente, una de las jornadas más espectaculares desde que D. Pedro
rescatara esta celebración.
La reanudación
del ramo ha aportado un detalle tan ocurrente como la alusión y alabanza a Dios
y a la fiesta en las mangas de gitana ofrendadas. En realidad, la idea no es
nueva, pues durante la última reparación
del tejado de la iglesia hubo ocasión de ver algunas tejas donde se vitoreaba a
San Benito (ignoro qué suerte han corrido, aunque dudo de que los gestores de
la parroquia las hayan conservado).
La adquisición de una carroza para portar la custodia en 1969 propició la desaparición de los altares en la vía pública, que permitían un descanso para el sacerdote en el recorrido de la procesión del Corpus. De nuevo se están recuperando y, además, han ganado en despliegue de medios y variedad, mostrando en ocasiones algunos elementos nuevos que enriquecen el conjunto. Las alfombras de pétalos o serrín y, más recientemente, los “bodegones” son una muestra de ello.
Ha de mencionarse la paulatina sustitución de las prendas de ajuar y las banderas españolas por nuevos modelos de colgaduras. No creo que arrinconar los bordados antiguos sea una buena opción, aunque me ha llamado la atención la exposición de dos paños con la cruz de Calatrava en una fachada. En otros tiempos la exhibición del emblema de la Orden era una obligación en determinados actos y rescatar este uso no debería sorprender pues, a fin de cuentas, Agudo perteneció a la Encomienda Mayor de Calatrava desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX, es decir, la mayor parte de su existencia.
Se ha restablecido también la presencia de los estandartes de las diferentes cofradías locales en el presbiterio durante la celebración de la misa y en la posterior procesión. La posición de los pendones durante el desfile depende de la antigüedad de la cofradía a la que pertenece, de menor a mayor (Virgen del Rosario, Virgen de la Estrella, Jesús Nazareno, Virgen de los Dolores y Cristo), salvo los de La Sacramental, que han de ir más próximos a la custodia con independencia de su fecha de fundación. La bandera del Nazareno ha quebrantado la norma al situarse en primer lugar; seguramente se haya decidido así a causa de su tamaño y formato.
Las fachadas meridional y occidental de la iglesia se han engalanado con macetas, ramajes y altares. No existe certeza de que esto se hiciera en tiempos anteriores; en los libros cancelarios se anotan gastos en colocar colgaduras, ramajes, etc., pero no especifican si estos aderezos se ponían solo en el interior del templo o también fuera. En todo caso, cabe suponer que la plaza habría recibido un trato similar al resto del recorrido procesional. A fin de imitar los usos antiguos, el año pasado se pusieron colgaduras en los paramentos exteriores de la parroquia; la falta de medios ha impedido que se repitiera este año.
Sin lugar a dudas el artífice de este renacimiento es el párroco, que apoya cualquier iniciativa favorable a las celebraciones cultuales, continuando el propósito que se hicieron los fundadores de la cofradía en los primeros años del siglo XVII …que los dichos oficiales… sean obligados a encargarse en las fiestas del Corpus Cristi y de su Octava… de forma que… no falten algunas representaciones, fiestas y danzas… gastando para ellas de los bienes de dicha Cofradía una moderada cantidad en aprovechamiento de los representantes para que con semejantes cosas se alegren los fieles cristianos y vengan en conocimiento de los contentos celestiales que son los que verdaderamente se han de pretender. Cabe mencionar a la nueva junta directiva de la hermandad, que ha demostrado su disposición en el montaje del Monumento de Semana Santa y este año ha realizado toda la decoración del presbiterio. Obligatorio resulta aludir a todas aquellas personas dispuestas a ayudar siempre que la parroquia lo requiere, a los que colocaron los ramajes al finalizar el rosario de madrugada, a los que pusieron las macetas en los poyos y en la entrada, a la gente de Afammer, que se ocuparon de montar el altar de la puerta de poniente, al artista que pergeñó tan vistosa escena para la puerta de la plaza, a todas las hermandades, que proporcionaron sus estandartes, y a los que los transportaron durante toda la procesión. No pueden omitirse las Amas de Casa, ni las personas que engalanaron sus fachadas, ni aquéllas que barrieron y baldearon sus puertas y las de los vecinos ausentes; porque el acto que, desde siempre, ha precedido al ornamento de la calle ha sido la limpieza de la misma, hasta el punto que podría considerarse una práctica más del conjunto de usos que integran la fiesta.
Este elenco de
alabanzas no debe encubrir la lista de carencias, que también es significativa
y, en algunos casos, subsanable. Con poco más de 1.650 habitantes y un
considerable porcentaje de gente mayor, es sobradamente conocido que un buen
número de viviendas están desocupadas o habitadas por personas de edad. El ornato
de algunas fachadas no fue suficiente para atenuar los extensos trechos sin
decorar, que se percibían en el recorrido de la procesión; las calles Hospital y
Cendrero son la prueba más palpable de ello pues, a punto de dar el primer
toque, sólo mostraban una casa engalanada cada una.
Si el ayuntamiento pretende, como
aparenta, comprometerse con la fiesta, quizá no fuera mala idea que alentara a
las diferentes asociaciones para que colaboraran de algún modo; de hecho, desde
2017 Afammer-Agudo monta un altar para la Octava a fin de apoyar la cultura y
las tradiciones de la localidad, y desde el año pasado otro para el Corpus. Un asunto
fácil de solucionar es el de la limpieza de las calles incluidas en el cortejo
procesional; no es de recibo que unos pocos vecinos tengan que adecentar su
puerta y las del entorno, cuando el consistorio cuenta con personal para ello.
El año pasado, después de haber avisado, fue la gente particular la que fregó
la palomina de los poyos de la iglesia y, este año, la mesa petitoria de
Caritas aparecía flanqueada por la escena pintada ante la puerta y la “letrina”
de las cigüeñas junto a la esquina de la torre. Al día siguiente, el retorno de
la procesión de San Juan tuvo que pasar sobre los despojos de los ramajes del
Corpus; desde las ocho de la mañana hasta casi las doce, cuando se produjo el
regreso del santo, hubo tiempo de sobra para barrer la zona afectada si se
hubiera contado con la gente necesaria, pero en la plaza solo había dos trabajadoras.
Frente a la ornamentación de la
iglesia destacaba la desnudez de los edificios municipales. El ayuntamiento
viejo habría ganado mucho
con unas colgaduras en sus balcones; unas caídas sencillas, de elaboración
local, no habrían supuesto una gran inversión –tan solo un poco de creatividad
para acertar con los diseños– y servirían para todos los eventos que hacen uso
de la plaza. Más complicado debe resultar el enfoscado de la nave municipal de
la esquina con calle de Risco, puesto que a ningún alcalde se le ha ocurrido llevarlo
a cabo desde que, en la década de los setenta, se derribara la casa de la que
formaba parte. Tampoco a la nueva corporación parece preocuparle el asunto,
puesto que no ha tenido reparos en subir a la cuenta oficial de Facebook una
fotografía de la procesión con el mentado inmueble de fondo. Una mirada más a
la misma fotografía evidencia la desenvoltura con la que las guirnaldas de
cableado cruza la calle campean de aquí para allá; un aspecto similar ofrecen también
las fachadas de la iglesia y del ayuntamiento, donde no han tenido reparos en
multiplicar los cables con cualquier fin
sin tener en cuenta que ambos edificios están incluidos en el Inventario de
Patrimonio Cultural. No sé yo si esto un buen modo de “tomar conciencia y poner
en valor el patrimonio cultural” y es que, como nos recuerda el refrán, del
dicho al hecho va mucho trecho.
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