Prácticas religiosas de Semana Santa en Agudo. El monumento

Monumento de 2017

      [El presente artículo se  publicó por primera vez en Agudo-joven en la primavera de 2016. Tras la desaparición de la citada web, se ha decidido incorporarlo a este blog con el fin de continuar divulgando hechos y dichos  relacionados con Agudo. En el verano de 2016 se cerró una etapa alicaída para la hermandad y se ha considerado oportuno omitir las alusiones a ella y recalcar los que se perciben como más prometedores tiempos]

      El monumento de Semana Santa debe su origen a determinados actos religiosos que se realizaban en los tiempos medievales, aunque fueron las decisiones tomadas en el Concilio de Trento (1545-1563) las que propiciaron el esplendor de esta práctica, como consecuencia de la importancia que adquirió la eucaristía en el ámbito católico a partir de ese momento. La finalidad de esta composición, que se monta y desmonta todos los años, radica en el depósito de la hostia consagrada, que se utilizará el Jueves Santo durante la celebración de los oficios (el Viernes Santo las normas de la Iglesia no permiten la consagración). Muchos templos españoles tuvieron una estructura más o menos compleja que instalaban para la ocasión, otros hubieron de conformarse con un arreglo más humilde, complementado o no con cortinajes que produjeran sensación de profundidad. 


Monumento de 2018

      En Agudo el montaje del monumento es responsabilidad de la hermandad Sacramental desde, al menos, 1607. En junio de 1606 tuvo lugar la refundación de la cofradía y, desde entonces, en los libros cancelarios se han ido anotando un conjunto de datos interesantes además de los gastos e ingresos generados durante el año. En las cuentas de 1723 se citan por primera vez los alabarderos. Se trata de dos de hombres designados para guardar el cuerpo del señor durante el Jueves Santo; a juzgar por el nombre y la vestimenta, su aspecto debía emular a los soldados de la época (los tercios), pues iban equipados con un coleto largo de ante o venado teñidos, calzón y mangas de gamuza anteada, cota de acero, alabarda, máscara de cartón, bolsa de tafetán negro y pañuelo de seda de colores. Estos individuos no participaban como un cofrade más, puesto que recibían una compensación por su intervención.  El vestuario descrito pertenecía a la hermandad, que disponía de un arca para guardar estos y otros ropajes utilizados en las comedias. Además, los hermanos realizaban un turno de vela durante el Jueves Santo, como ahora. He de reconocer que, cuando leí los libros, mi interés se centró en las fiestas del Corpus y la Octava, por lo que apenas recogí información sobre las celebraciones de Semana Santa; así pues, no recuerdo si se menciona algún tipo de estructura más o menos sólida o el lugar donde se montaba la composición. Continuamente se refieren a las colgaduras que colocaban en la iglesia durante las fiestas; cabe suponer que entre estos cortinajes se incluyeran las veladuras que cubrían todos los altares e imágenes de la iglesia en señal de duelo (esta práctica se relegó en la década de los sesenta del siglo pasado, aunque este año se ha recuperado con motivo de la representación teatral, creo).

Monumento de 2019

      En 1967 la que fuera sacristía desde su construcción a fines del siglo XVIII se transformó en capilla del Santísimo y en ella se ubicó el sagrario que, hasta entonces, estaba colocado en el espacio donde ahora se halla el retablo de la Virgen del Rosario. A este escenario corresponde la fotografía publicada en la contraportada del programa de Semana Santa de 2016, donde se aprecia el observancia de dos normas dispuestas por la Iglesia: telas exclusivamente blancas y un mínimo de doce luminarias. Sobre el altar, vestido con mantel blanco, predominan sobre el resto de los ornamentos –pequeños jarrones con flores y algún tiesto mayor ̶  doce candelabros con sendas velas. Los ángeles orantes que flanquean la mesa portan cinco luces más cada uno, acaso con el fin de no parecer mezquinos para con Dios. Ante el sagrario, cuatro cofrades realizan su turno de vela, como hicieron sus predecesores durante generaciones. Un poco más alejados, dos nazarenos realizan la misma acción; la cofradía de Jesús Nazareno se fundó hacia 1930, quizá en ese momento aún quedaba algún recuerdo de los desaparecidos alabarderos y a alguien se le ocurrió que los nuevos hermanos podrían desempeñar su función. Unas cuantas décadas después, ya en la actual capilla, las nazarenas se unieron a los turnos de vela.

Nazarena y nazareno durante su turno de vela ante el monumento de 2019. 

En sus más de cuatro siglos de existencia la Hermandad Sacramental ha sobrellevado todo tipo de circunstancias y las dos décadas anteriores no pueden incluirse entre los mejores tiempos; la situación parece haber cambiado en los tres últimos años, como puede apreciarse en las fotografías adjuntadas de los monumentos de Semana Santa correspondientes a este nuevo y más venturoso ciclo.