A lo que parece, el origen de la advocación mariana de la Soledad surge de la creencia en el retiro solitario, que realizara María a un lugar próximo al Monte Calvario, entre la Muerte y Resurrección de Cristo. Serían los peregrinos, a su regreso de Tierra Santa, los que divulgarían estas ideas por Europa que, desde el siglo XIII, darían lugar a las representaciones artísticas de este episodio, recordando el dolor y la soledad de la Virgen durante los tres días en los que Jesús permaneció sepultado.
Algunos
autores consideran a la Virgen de la Soledad como una variante de la advocación
de Nuestra Señora de los Dolores. De hecho, el entierro de Jesús y la soledad
de su madre encarnan el séptimo y último de los dolores soportados por María (en
el cancionero de los auroros (1914) los siete dolores de la Virgen están
situados entre la copla del Viernes de Dolores y las del Domingo de Ramos).
Sería
una escultura de Gaspar Becerra (1520-1568), realizada para el convento de la
Victoria de Madrid, el arquetipo de las imágenes dedicadas a Nuestra Señora de
la Soledad, que se divulgaron por buena parte del territorio nacional. La
imagen desapareció en 1936 en el incendio de la Colegiata de San Isidro, donde
se depositó tras la desamortización del convento en el siglo XIX.
Desconocemos
la fecha de ejecución de la Virgen de la Soledad de Agudo, pero en un inventario
de la parroquia, fechado en 1882, se describe un altar con un retablo tallado
de estilo churrigueresco en la ermita, que muestra en el lugar principal una
imagen de Nuestra Señora de la Soledad. La caracterización churrigueresca del
retablo parece asignar una fecha no demasiado tardía para la obra. Corroboraría
la antigüedad de la talla una nota de 1895 incluida en el Libro de Fábrica de
la ermita sobre la adquisición de una imagen de la Soledad en Valencia, debido
a que la antigua estaba “muy vieja”; si tenemos en cuenta que la obra de
Becerra fue reproducida por todo el país, no resulta tan descabellado suponer que
la nuestra presentara cierta semejanza con la del artista, cuyas fotografías
pueden verse en Internet. La nueva imagen, la peana, “alguna ropa de vestir” y
el transporte desde la ciudad levantina costaron 406 reales. Su precio no podía
compararse a las tallas de bulto redondo puesto que, en esa fecha, las figuras
de vestir solo llevaban talladas las manos y la cabeza.
Dos
anotaciones, fechadas en 1886 y 1890, mencionan la limosna recogida en el
entierro de Cristo y en la procesión de la tarde del Viernes Santo, lo que
evidencia la existencia de esta práctica cultual. En las cuentas de 1887 se registra
la realización de dos mesas de altar, una de ellas para la Soledad, y también
en las de 1890 se consigna el pago de 80 reales a Candelas Rubio por pintar y
reparar las andas de Nuestra Señora de la Soledad.
Los inventarios de la parroquia
(1882-1925) y el libro de fábrica de la Virgen de la Estrella nos confirman que
el Cristo yacente y la Virgen de la Soledad se hallaban en la ermita desde, al
menos, 1882. Una noticia publicada en el Pueblo
Manchego ratifica que la procesión salía desde este templo: …La Procesión del Viernes Santo, partió a las siete de la noche de
la Ermita de la Virgen de la Estrella, Patrona de Agudo y regresó poco antes de
las doce. Figuraban en la procesión los siguientes pasos: la antiquísima y
venerada imagen del Cristo de la Salud, el Santo Sepulcro y la Virgen de la
Soledad. …El aspecto de las calles del itinerario era imponente y era tal la
cantidad de fieles que asistió para acompañar a las imágenes que cuando la
cabeza de la procesión llegaba a la parroquia apenas si habían terminado de
salir de la ermita las últimas personas. La luz de los faroles de acetileno de
los nazarenos y la espléndida iluminación eléctrica de las andas donde se
llevaba el Santo Sepulcro, unidas a las velas de multitud de devotos y devotas,
y las que llevaba la Virgen de la Soledad, todas luciendo porque el viento se
había abatido a su paso, daban a la procesión en las sombras de la noche un
aspecto tan grandioso como inenarrable.
La Virgen de la Soledad fue destruida en el
verano de 1936 junto con las demás imágenes religiosas, pero no se compró otra
nueva; personas coetáneas a los hechos comentaron que, tras la Guerra Civil,
las figuras que se iban adquiriendo debían encarnar a más de una advocación. La
Dolorosa y la Soledad no procesionaban los mismos días y ambas contaban con la
presencia de la cofradía de las nazarenas y a las hermanas se les ocurrió
confeccionar un mandilete negro, aprovechando un vestido de novia antiguo, que
perteneció a la madre de una de las hermanas, Carmen Agenjo Fernández. De ese
modo tan simple, una pieza de vestir que todavía está en uso, permite que
Nuestra Señora de los Dolores represente durante poco más de un día, a Nuestra
Señora de la Soledad.
Bibliografía:
-Romero Torres, J. L. (2013): “La condesa de
Ureña y la iconografía de la Virgen de la Soledad de los frailes mínimos (II)”.
Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, nº 5.
-Torre Briceño, J. A. de la (2001): “Algunos
datos históricos sobre la Virgen de la Soledad patrona de Arganda del Rey”.
Anales Complutenses. Vol. XIII; Institución de Estudios Complutenses, Alcalá de
Henares.
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