El jarro de cobre

 

    El desgaste frontal en el aro de la base de los jarros de cobre antiguos demuestra que éstos pasaron buena parte de su vida útil arrimados al fuego. El cocido, elaborado a la lumbre en puchero de barro, necesitaba un aporte constante de agua templada para que no se pegaran los garbanzos y el único modo de proporcionársela era manteniendo, mientras durase la cocción, un recipiente con agua junto a las brasas. El jarro de cobre, bien documentado desde 1850, podría haberse usado con ese fin a tenor de lo sucedido en las décadas posteriores. Aunque desconocemos su evolución tipológica, se ha conservado un ejemplar considerado viejo en un inventario de 1884, es más esbelto y presenta un perfil más suave que cualquier otro de los que he tenido ocasión de contemplar (foto 1); además, ostenta  la típica tapadera perforada a modo de boca de regadera que se utilizó para humedecer las migas. En Peñalsordo (Badajoz) he observado un recipiente cerámico con una boca muy especial (fotografías 3 y 4) y me han asegurado que sirvió para mojar las migas, pero ignoro su fecha de fabricación; no muestra evidencias de haber estado junto al fuego ni parece muy apropiado para beber “a morro”, tal y como sucedió con las cantarillas, que se colocaban junto a la piedra del humero, por lo que ignoramos si tuvo alguna otra función. No nos consta que en Agudo hubiera piezas semejantes, aunque no debemos olvidar que el barro es una materia prima muy frágil y su durabilidad es más limitada que la del cobre.