Conservar o inaugurar. La plaza del Abuelo


La plaza del Abuelo

       Cuando el ayuntamiento decidió construir el centro de los jubilados donde antes estuviera el pilar del Ejido, a la espalda del nuevo edificio quedó un espacio público que decidieron convertir en la Plaza del Abuelo. Se realizó una isleta peatonal en el centro, flanqueada de árboles de sombra, con una fuente en el centro. Cerrada a la circulación mediante unos pivotes de hormigón, el lugar parecía idóneo para que los niños pequeños y las personas mayores disfrutasen de ella sin peligro aunque, más de tres décadas después, ningún equipo de gobierno ha tenido la ocurrencia de dotarla de las instalaciones mínimas para hacerlo posible.
       Durante los días de verano es el lugar más sombreado del entorno, pero no  se puede aprovechar porque nadie ha pensado en colocar algunos bancos donde sentarse. Recientemente el equipo de gobierno ha decidido colmar el Paseo de Juan XXIII de bancos de hierro al sol, algunos tan mal ubicados como el situado frente al cuartel (junto a los contenedores de basura) o el que se emplaza delante del poyo pequeño de La Virgen (delante de un asiento centenario). Quizá hubiera estado bien que se hubieran reservado algunos para esta plaza desatendida. Tampoco sería mala idea reponer los árboles muertos, pues cinco de los siete alcorques originales permanecen vacíos desde hace ya un tiempo. Unos ejemplares de crecimiento rápido y raíces no demasiado dañinas serían una buena opción; sirvan de muestra los prunos plantados delante del consistorio a menos de cincuenta metros. Pero en Agudo vocablos como mantenimiento, conservación y similares parecen no tener cabida; se trata de estrenar y salir en la foto.


       La isleta de la plaza reunía las condiciones idóneas para instalar ese nuevo parque infantil que tanto colorido aporta al recién rehabilitado almacén del trigo. Como ya se ha dicho,  este espacio está cerrado a la circulación de vehículos y, además, habría permitido que el camino del cementerio continuara siendo zona verde (así está clasificada este área en las Normas Subsidiarias de 1995 y del mismo modo continúa sobre el plano tras las modificaciones del año pasado; alguien tendría que contárselo al ayuntamiento que, en este caso, parece haber ignorado sus propias reglas).


En todo caso, la reposición de los cinco árboles desaparecidos, y la instalación de un par de bancos y otras tantas papeleras, no cuesta más que un día extra de fiestas en agosto u otro evento similar con los que nos agasaja nuestro consistorio con frecuencia. Y es que no se trata tanto de gastar como de hacerlo con sentido común.