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El gentilicio De
Cea aparece en los listados de población incluidos en el libro cancelario de la
cofradía de Nuestra Señora del Rosario con fecha de 1575, 1610-11 y 1619. En
cinco ocasiones se inscribe solo, en tres precedido de Sánchez y en una de
López. El apellido resurge de vez en cuando en las sucesivas anotaciones que se
reflejan tanto en el libro de la Virgen del Rosario como en los del Santísimo.
Las últimas referencias que conozco corresponden al inventario de bienes de
Josef González de Cea, las cartas dotales de sus hijos y las hijuelas de algunos
de sus nietos.
En el
inventario de bienes a la muerte de Josef González de Cea (✝1806)
se registra un olivar, plantado de cepas y olivos, en la Solana de la Garganta
valorado en 35.000 reales; no se aportan más datos sobre la finca, aunque es,
con mucha diferencia, la propiedad más importante del finado, cuya casa
familiar, ubicada en frente de la casa de la Encomienda, se tasa en 6.000
reales. El conjunto de bienes raíces anotados se completa con un olivar más
pequeño y una cerca en Los Poyales, una viña en Los Alcaceres, tres posadas de
colmenas (Navalatienda, Valquemado y Parralejo), alcanzando en total la
cantidad de 58.568 reales, de los que, en un reparto equitativo (no existen indicios
para sospechar que no lo fuera), 19.568 reales corresponderían a cada uno de
los hijos.
En las cartas dotales de sus tres
hijos constan únicamente los bienes muebles
aunque, teniendo en cuenta su valor, cabe suponer que el olivar sito en la
Garganta se distribuiría entre los tres hermanos en lotes más o menos
similares. Además, parece lógico que cada uno de los hermanos recibiera una
parte de los distintos elementos que configuraban las fuentes de ingresos de la
familia (tierra de cultivo, colmenares, viñas y olivares), por lo que no se
estima muy probable que uno de los lotes pudiera constar sólo de olivos. En
cualquier caso, la tasación del olivar de La Garganta supera con creces el
valor de cada una de las hijuelas.
Tras
la muerte de María de la O González de Cea (hija de Josep), acaecida hacia
1856, seis de sus siete hijos heredan un número desigual de olivos que se
localizan en el olivar llamado de Cea
y suman en total 472 pies. Como se ha dicho, no se conoce el contenido de los
lotes que correspondieron a los otros dos hijos de Josep, pero resulta factible
deducir que, como poco, entre ambos reunirían al menos otros tantos, lo que
ascendería a más de 900 olivos.
Un olivar de
esas características no pudo ser un modelo usual a comienzos del siglo XIX (no
lo es en la actualidad a pesar de la tendencia a agrupar las parcelas) y, por
ello, no parece extraño que la localización de “el olivar de Cea” fuera bien
conocida por los vecinos. De hecho, medio siglo después de la muerte del
antiguo propietario, su nombre se conservaba para identificar una finca
rústica. Que el apelativo de un vecino se use para denominar un paraje no
constituye un caso aislado pues, hasta tiempos bien recientes, la toponimia
local ha reflejado el devenir de la propia población, sus gentes (huertos de Mingorrubio),
sus obras (fuente de las Casas), sus actividades (arroyo de los Linares), etc.
No existe
certeza de que Josep González de Cea transmitiera su apellido a esta zona concreta
de la Solana de la Garganta, aunque resulta menos probable que el actual peñón
de Cea haya tomado su nombre del hueso de la cadera (otra acepción del vocablo).
Quizá el honor le correspondiera a otro vecino con el mismo apellido, pero no
caben muchas dudas sobre el origen del topónimo agudeño: un lugar de la
provincia de León, que en época medieval fue una villa importante.